La
revista Rock De Lux es una publicación musical
veterana (acaba de editar su número 200, dieciocho años en activo) que defiende una visión
sobre la cultura musical ajena a la comercialidad
abierta y descarada.
En
su número de septiembre del presente año
(número 199), en su sección "Me,
myself & I", se incluyó un artículo
de opinión sobre la piratería musical
que nos pareció especialmente interesante.
En
este artículo Santi Carrillo, su autor, hacía
una extensa reflexión sobre las causas del
nivel actual de piratería, así como
de la actitud de la industria discográfica
frente a la música minoritaria y los artistas
que la practican.
Cuando
en La Factoría del Ritmo leímos este
artículo nos sentimos de acuerdo con el grueso
de las argumentación y además nos identificamos
como una de esas "células de resistencia"
de las que habla el autor. Por ello solicitamos permiso
a la revista Rock De Lux para transcribir aquí
el texto íntegro. La publicación aceptó
de buena gana, algo que agradecemos sinceramente,
y así os ofrecemos esta interesante reflexión:
Una
de piratas (todos malos) en 15 suspiros
1.
¿Cuándo la industria discográfica
en los últimos años ha tenido en consideración
a los grupos minoritarios? Se debilitará la
prospección de artistas, dicen. Pero si la
norma habitual ha sido siempre buscar anodinos modelos
de repetición a los que marketerizar rápidamente;
ése es el previsible concepto de música
que se maneja en las multinacionales hoy: la fabricación
pura y dura de naderías enlatadas en serie,
las recopilaciones bobaliconas, los singles de éxito
rebozados en spot televisivo; ésa es la verdadera
tragedia, la existencia de una censura económica:
si no vende, no vale.
2.
Sí, ya sabemos que la piratería no tiene
ningún halo romántico y que el vendedor
ilegal es una víctima de las mafias, claro,
pero que nadie se olvide, tampoco, de nuestro papel
de víctimas; los amantes de la música
tenemos que aguantar que se hable en nombre de ella
utilizando el componente de sensiblería humana
de 'Operación triunfo' o cualquier otro invento
parecido surgido del espectáculo televisivo
más banal. ¿Qué tiene que ver
el karaoke con el arte de la música?
3.
Dicen que el vendedor ilegal sólo recibe 0,30
euros por CD, pero, ¡atención!, el artista,
salvo excepciones estelares, sólo aspira a
un contrato del 8% ó 10%; así pues,
¿por qué la industria habla en nombre
de los artistas cuando son éstos quienes menos
dinero reciben en esta cadena de montaje? Si no se
les valora al firmar contratos para explotar la venta
de sus obras, ¿por qué ahora se les
utiliza emocionalmente como banderín de enganche
de una causa cada vez más perdida?
4.
En cualquier caso, buscando la objetividad, se impone
un reparto más justo, por lo menos más
equitativo, de los beneficios. Es ilógico que
la tienda, la distribuidora y Hacienda (ese sangrante
16% de IVA) se lleven más dinero que el artista,
el autor de las canciones o hasta incluso la propia
compañía de discos (que asume los costes
de producción y promoción) por la venta
de un CD.
5.
¿Tiene razón de ser este debate cuando
la propia industria en sus divisiones correspondientes,
mismamente Sony o en su momento Philips, es la que
ha creado los, parece que ilimitados, mecanismos tecnológicos
para que la piratería exista? Por supuesto,
los dirigentes informáticos no quieren interferencias
en su territorio: "No se metan con la dinámica
de la industria tecnológica; causarían
daños irreparables. El enfoque del debate no
debe ser la protección del contenido, sino
la del consumidor", aseguran hábiles (y
contentos de que las leyes vayan muy por detrás
de la tecnología).
6.
¿Y qué pasa con esos fascistas métodos
antipirateo? Céline Dion, desde el mismísimo
centro del mainstream, ha puesto en práctica
un sistema que impide usar su último disco
en ningún ordenador, no ya para copiarlo, sino
incluso para escucharlo; el ordenador se puede estropear.
Así pues, ¿debe pagar el ordenador del
consumidor por el fracaso de la industria en resolver
el problema de la piratería?
7.
Se necesitan unos 40 millones de pesetas en marketing
para envolver de purpurina el lanzamiento de los discos
comerciales (30 millones en campaña publicitaria
de televisión y 10 más para radios,
cartelería y expositores): obligatorio vender
50.000 discos para que el despilfarro empiece a ser
rentable; hay que pagar el glamour, las suites, los
aviones privados y los caprichitos tontos de los artistas.
¿Pero desde cuándo la cultura, de la
que no se cansan de hablar buscando un respeto institucional
casi siempre inmerecido, se ha de acomodar a las carencias
y al pragmatismo de la industria? ¿Es este
tipo de industria, tan mercantilista (mil en despilfarro,
cero en imaginación), la que defiende al artista,
a la cultura de la música? ¿No es esto,
exagerando un poco, una equiparación a las
rentables mafias chinas, chechenas, pakistanís
o italianas que, bien organizadas, controlan el pirateo
del top manta: la música, o algo parecido,
como excusa para amasar fortunas?
8.
Lo cierto es que nunca se ha consumido tanta música
en España como en la actualidad, 80 millones
de discos vendidos en 2001: la suma de las ventas
oficiales, que no han supuesto una reducción
de la facturación, a pesar de todos los lamentos,
y de las ventas piratas, que basculan entre el 15%
y el 20%, según la SGAE, y el 30%, según
AFYVE (sospechoso; que se pongan de acuerdo). Entonces,
¿de qué se quejan?, ¿de que la
cuenta de balances no siga disparándose más
hacia arriba? Se sabe que no es lo mismo "perder"
que "haber dejado de ingresar".
9.
La solución de futuro para el artista no adscrito
a la farándula parece clara: o refugiarse con
modestia en los sellos independientes de pequeño
formato (donde se valorará más su música)
o, en última instancia, vender sus canciones
sin intermediarios (ese ridículo 8% ó
10%) directamente desde su web, ya sea en formato
CD o no. Y con el aval de medios de comunicación
solventes, generalmente pequeños, objetivos
y fiables: células de resistencia filtrando
toda la información. Y dejando de lado a aquéllos
que forman parte de megacorporaciones con intereses
en los medios y en el entretenimiento; ¿quién
se los puede creer?
10.
Sorprende leer que los ejecutivos discográficos
con problemas de conciencia aseguran que en sus empresas
no pesa más el marketing que la creación.
¿A quién quieren engañar? Si
hay que redefinir el modelo de negocio, como ellos
mismos aseguran, sólo forzados por la evidencia
de que se les está escapando el dinero de entre
los dedos, ¿por qué no empezar por cuidar
la música, es decir, al músico (dejándolo
madurar para que crezca) y al comprador de música
(uno: abaratando el precio de un CD cuyo coste de
fabricación estricto no va más allá
de las 120 pesetas; dos: cultivando su capacidad de
elección y, asimismo, su conciencia intelectual
sobre el producto escogido), los dos eslabones realmente
imprescindibles para que siga existiendo música?
11.
Cosas positivas de 'Operación triunfo': vender
discos a mil pesetas: un éxito, a pesar de
los agoreros de la competencia. ¿Por qué
nunca se apunta la posiblidad de bajar los precios
del CD? ¿Por qué los directivos de las
grandes compañías, haciendo oídos
sordos a la competitividad que rige sus negocios,
no quieren ni oír hablar de la bajada del precio
del CD, cuando, probablemente, y dejémonos
de tonterías de una vez por todas, sea la única
medida clara y directa para favorecer la venta (legal)
de más discos? "Bajando el precio, le
hacemos un favor al pirata", dicen sin que se
les caiga la cara de vergüenza.
12.
A mediados de los noventa, los costes de producción
cayeron, pero la codicia de las discográficas
evitó que se replantease el precio de venta
de los CDs. Recordemos que el CD irrrumpió
en los ochenta con un PVP en las tiendas que triplicaba
el del vinilo al considerarse un producto de lujo
(cuando su precio de coste era muy inferior). Al contrario
que otros avances tecnológicos (televisión
en color, videograbadoras, videocámaras...)
que progresivamente han ido abaratando su prohibitivo
PVP inicial, al CD, implantado obligatoriamente en
detrimento del vinilo y en contra de la economía
del consumidor, nunca le afectó esa popularización
de precios, manteniendo siempre un estatus al alza
al que, obviamente, se acomodó la gran industria:
rápidos beneficios.
13.
Preocupa el papel de la SGAE como casi un gobierno
en la sombra (protegido desde su soledad de ente único
en la materia de gestionar el dinero de los autores),
bendiciendo el consumo del triste desarrollisno español
a través de las ventas millonarias de 'Operación
triunfo' (esto es: defendiendo su propia recaudación,
un crecimiento del 6,6% respecto al año anterior;
por supuesto, no la música) y, mucho más
allá de sus atribuciones y competencias, intentando
poner una tasa por cada CD-R vendido para tratar de
compensar sus pérdidas por piratería.
¿Y qué más?
14.
Por último, y no menos importante: en la piratería
también influye la responsabilidad de los usuarios,
y aquí no parece haber signos de lucha contra
la poca educación cultural, no sólo
musical, de la gente. En España, a la cabeza
del top manta dentro de la UE junto a Grecia, no existe
demasiado respeto entre la población por la
propiedad intelectual, como se comprueba en las crecientes
fotocopias de libros entre los estudiantes (fomentadas
por sus profesores; no así, parece ser, el
gusto por los propios libros). Si no se propicia el
respeto por "esos activos intangibles" que
son los bienes culturales, es normal que no se valore,
entre otras cosas, la música. Es así
como ha adquirido categoría de norma la baja
calidad de los intercambios de archivos amateurs,
que no suelen llegar ni al nivel de lo analógico.
La calidad del sonido no le importa a nadie. Es normal:
si ya no importa la música... ¿Quién
se ha preocupado de ese tema, el verdadero problema?
En cualquier caso, si al consumidor siempre se le
ha tratado únicamente como tal, parece ahora
el menos culpable en esta rueda de despropósitos.
15.
¿Existen radios que eduquen musicalmente a
los jóvenes? ¿En las escuelas se fomenta
una sensibilidad musical (o, más trágico,
de cualquier otro tipo)? El liberal modelo de 'Los
40' se ha extendido como una plaga en su lucha por
conseguir audiencias masivas acríticas, embrutecidas
intelectualmente, desensibilizadas. La copia no es
más que la clonación de lo vulgar, la
representación de los valores, o de la falta
de ellos, de la sociedad actual. En cualquier caso,
los buenos discos no suelen encontrarse disponibles
en la venta ambulante del top manta. ¿Quiere
decir eso algo? "¿Te imaginas un mundo
sin música?", rezaban provocadores los
afectados por la piratería en la celebración
del inútil Día Sin Música. Pero
el eslogan debería ser éste: "¿De
qué música hablamos cuando hablamos
de música?".
Artículo:
Santi Carrillo.
Ilustración: Juanjo Sáez.
Publicado originalmente en la revista Rock De Lux
(número 199, Septiembre 2002), aparece aquí
por cortesía de Ediciones RDL/Rock De Lux S.L.
(Fecha de la publicación: 17/10/2002)
|