¿Un festival veraniego en pleno enero?. Estamos hablando de Argentina, donde reciben los regalos de Papá Noel en traje de baño. Allí, en Buenos Aires, se celebra un festival de gran popularidad donde participan los grupos más significativos del momen
Luego del día inaugural (encabezado por los mexicanos de El Tri y con escasa afluencia de público) la segunda jornada del festival veraniego convocó a los artistas locales de mayor resonancia, junto con exponentes extranjeros.
El caso de Los Cafres es una muestra de la ascendencia del género reggae, bastante renovado y con un halo de pasividad que con esfuerzo han conseguido. El año pasado, la banda liderada por el vocalista Guillermo Bonetto, se afianzó de una manera formidable, después de 15 años de estar lidiando con los fantasmas del under. En el autocine de Gesell, Bonetto no añora aquellos días en los cuales sus shows eran refugio para pocos. Vive el presente, saboreando el éxito . Entre otras canciones, suena una precisa ejecución de “El Romano” y a lo largo de una hora, las palmas frías de las 9000 personas abren paso al final del set. Su líder, asiente con la cabeza: “Ya saben cual vamos a tocar. Es obvio”. Se refiere a su más reciente hit, “Si el amor se cae”, que recae en las bocas de todos. Hasta quien no los conoce, balbucea el estribillo.
Para opacar el viento imperante (una inyección letal de rock no vendría nada mal) llega el rey León. “De igual a igual”, “Los Salieris de Charly”, “El fantasma de Canterville” en una interpretación única del cover de Say No More, y la audaz “Ojo con los Orozco” a ritmo de tambores son los puntos más altos de la velada. “Yo soy Juan” reaviva la llama, acercándolo a este tipo de rock acústico que propone Gieco. El resultado es una ovación mesurada, acentuada en el respeto y reconocimiento a un artista inoxidable consagrado en el folclore como así en el rock. El sonidista presiona “play” y los amplificadores expanden la melodía de “Un minuto”, la polémica canción que Gieco grabó con Pato Santos Fontanet, cantante de Callejeros.
Finalmente, el crédito extranjero arriba al escenario. Los uruguayos de La Vela Puerca (según el propio León, uno de los grupos más influyentes de rock rioplatense junto a los reaparecidos Shakers) sacuden a la multitud, agotada por la maratónica jornada, pero siempre con una reserva de energía guardada para la ocasión. Primero fueron Los Ramones y luego Die Toten Hosen quienes han adoptado al país como “segundo hogar”. Ellos cuelgan de la misma cuerda pero corriendo con una ventaja considerable: El agua los divide a pocas horas de Buenos Aires, haciendo que puedan regresar en el momento indicado.
La formula “puerca” reside en la combinación Ska+Rock con líricas que se intrometen en el contexto socio-político (alguna vez declararon su anhelo de esperanza con la asunción del nuevo gobierno de Tabaré Vázquez) y además, aludiendo al consumo legal del cannabis. Los dos vocalistas (Sebastián Teysera y Sebastián Cebreiro) se llevan el premio como agitadores saltarines junto a un combo ajustado una feroz sección de vientos al frente. Su ultimo disco, “A contraluz”, ha convertido ese hilo delgado que existe entre el underground y el éxito a grandes escalas, acaso propulsadas por la multinacional que lo tienen en sus filas. La Vela presenta este trabajo en la primera parte del concierto generando una euforia inusitada para una banda relativamente “nueva”, con un feedback instantáneo. Su performance es impecable y los proyecta como “la banda oriental” del 2000, aunque reste demasiado para el fin de esta década. Allí sabremos en qué condiciones y por qué situaciones han atravesado para mantenerse en la cima. Como en la actualidad son fieles representantes del rock latino, quizás mañana todo cambie de color. Es la música y el momento. En instante, todo lo construido, puede desmoronarse.
