Paradise Lost

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Nuevo trabajo de esta legendaria banda metálica, que en los últimos años ha estado experimentando nuevos terrenos musicales y ha despistado a muchos de sus seguidores. En esta ocasión acierta con disco que merece la pena no perderse.

Tras su interesante y muy experimental "Host", Paradise Lost dejaba claro que lo suyo no era el estancamiento, aun a costa de saber que a esas alturas ya habían perdido la mayor parte de sus primeros seguidores y que muchos, los que se incorporaron a raíz de su excepcional "One second", comenzarían a desmarcarse ante cambios tan radicales. La gran desgracia de Paradise Lost ha sido quizás el hecho de ser interpretados todo el tiempo, tanto por la crítica como por sus supuestos fans, en términos del metal más recalcitrante, aquel que nada entiende fuera del concepto de género o estilo definido e inamovible. Después del riesgo asumido en "Host", el grupo da la impresión de adentrarse en un periodo un tanto confuso en el que los ingleses parecen perder su posición merecida en el panorama musical, siendo los motivos probablemente la crisis de identidad que tarde o temprano sobreviene a quienes nunca fueron comprendidos artísticamente y además deben someterse a las exigencias de la industria. El caso es que en 2001 y 2002 reaparecen con "Believe in nothing" y "Symbol of life" respectivamente, dos discos en los que abandonan los sonidos electrónicos y recuperan su esencia más gótica y metalera (entendida en el sentido abierto y evolucionado de un grupo peculiar como Paradise Lost) pero a los que les falta la emotividad necesaria y, sobre todo, ser lo suficientemente homogéneos. Es entonces ahora, hace apenas unos meses, cuando Paradise Lost ha respondido a todo y a todos como muchos esperábamos y deseábamos, esto es, con un gran álbum de esos que sólo ellos saben hacer, repleto de lirismo y perfección musical, oscuro y hermosamente profundo, sin caer, eso sí, en la épica facilona que algunos quisieran. Sin duda con este último disco Nick Holmes y los suyos han conseguido una obra fiel a su esencia a la vez que actual, diversa pero acabada, con temas que nos recuerdan a aquella obra maestra que fue "One second" (donde los teclados, las guitarras y la voz formaban esa atmósfera lúgubre e indisociable) y que pone de manifiesto, una vez más, que estamos ante el mejor grupo de rock siniestro no comercial de los últimos años. Paradise Lost, que así titulan el compacto en cuestión, es una gran creación estética no apta tal vez para los caducos fans trasheros con los que en su momento contó la banda, tampoco para los oyentes ocasionales de "Host"; más bien se trata de la mejor muestra de lo que ha sido y es este conjunto de perseverantes: la melancolía, la hondura, la sutileza más genuinas hechas arte, independientemente del formato musical con que se presenten o la variedad de registros empleados. Que dure…

Este artículo fue publicado originalmente en La Factoría del Ritmo (sección: ).

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