Una reflexión sobre la grave crisis actual, que se expande desde la situación económica a otros órdenes de la vida.
Puedo cerrar los ojos, con llagas de lágrimas diarias ante el esperpento cíclico, pero huelen las hogazas fecales de un paquidérmico deshonor para la especie humana, cuyos sonidos son vacíos y hacen del rencor y la rabia aspavientos mutilados y fofos.
Con pasmosa docilidad, en general, los ejemplares de las ganaderías y granjas sociohumanas, reses marcadas incluso antes de nacer, contemplan en el colapso de la hucha, o urna una vez cada cuatro años, el ahogo en Turquía, con su dirigente, demiurgo de cartón piedra, lanzando proclamas paroxistas, con bendiciones de verdugo, cuando su gente hace de la valentía en calles y plazas, el castañeo humano contra el hambre.
Pero el sedal y el sedante son adictivos consiguiendo pleno al quince ante la fiesta de matanzas infectadas de olvidos que es África, la podrida escala política, empresarial y bancaria, toda una Universidad de tahúres en España, con promociones fétidas y analfabetos funcionales, que palmean el falso discurso del descenso del paro, el cual solo es un espectro estacional de contratos maltrechos y un descenso de infiernos a suburbios de cadalsos sin fin.
Me toco las orejas para no escuchar todo esto, ¿para qué?, y dejo de respirar en el bar en el que me encuentro, un local de españoles vendido a chinos, con montones de latinos borrachos de cerveza a un euro, sus aparatos de telefonía móvil con su pesada música bailable, africanos y algún español perdiendo la pasta en su ludopatía de ausentes, siendo tolerado porque soy uno más – no hay nada ue me haga especial ni diferente, aunque a veces hay que torcer el gesto-, pero golpea mi corazón, por un lado, el letargo ante el descaro criminal de unos cancerígenos delincuentes de crimen perfecto que dicen que Ada Colau y las gentes de la Plataforma Antidesahucios, recientemente premiada en la UE, ante un silencio mórbido en las Españas, salvo excepciones honrosas, son terroristas y violentos en su pacífica defensa de los muertos de hambre, y por otro lado, que la aplaudible idea de dar tres comidas en Andalucía a niños hambrientos sea tildada como algo deleznable.
Lagarde, me lanza un gancho, como emperatriz del FMI, con flatulencia amnésica durante años, reconoce los errores al recetar austeridad a los países. Unos errores que han guillotinado en el planeta a los que tenían miedo a no tener más miedo.
Ya contra las cuerdas los golpes del púgil, rival que no he elegido, me golpea con despidos, reducción de salarios, suspensión de pagas extras –la limosna que los que tienen curro se gastaban de repente, sin pensarlo-, censura fascista a los medios de comunicación, el cierre de la televisión pública ajusticiada en Grecia, la TV1 española que es una horca a la ética periodística, degüello inmisericorde en nuestro país, y las “Autonosuyas” de la Sanidad, la Enseñanza, la Asistencia Social, país donde se fomenta expulsar a los jóvenes, mientras en Italia un ministro, ¿un político decente?, pide perdón a los suyos porque tengan que emigrar para conseguir trabajo…: en fin acabo noqueado escuchando todos estos golpes y disparos mientras escribo esto en un bar, y no hablo apenas de mis proyectos y situación laboral con tanto sembrado y esperando que la cosecha sea decente a mis cincuenta años de una puta vez.
Bueno, abro los ojos, huelo la vida, escucho y veo, retazos de un programa en la tele que consiste en cambiar a las amas de casa de familia durante quince días. Una de las familias es más garrula que la otra –c´est la vie-, a la par que entra en el bar, pasadas las 24h, una trabajadora de El Corte Inglés que no se ha quitado el uniforme y la chapita de identificación para que sepamos que trabaja allí –todavía hay clases, je,je,je, como las estudiantes que muestran hacia arriba el logotipo de la universidad en la que estudian para que lo sepamos-.
En la cera de enfrente una pizzera se fuma un cigarro mientras condimenta una pizza. Ahora el bar se queda vacío, las tragaperras ya han desplomado hasta a los dueños, la enfermedad ahora sodomiza en grupo y son varios los que meten monedas al mismo tiempo, je,je,je,je, y yo vuelvo mis ojos hacia la tele mientras sigo escribiendo.
En la pantalla, Antonio Banderas, en un spot de Orbit, demuestra que no ha conseguido viajar en el tiempo y la edad le delata, y yo pienso, en un flash, que está bien que no me contraten artículos, a los que ya les he quitado las citas que les gustaban a mis lectores de La Voz de Baleares, Mondosonoro Baleares, o del Xornal de Galicia, porque son redundantes en el mismo tedio de horror y miseria, así que me quedo sedado como las reses de las que hablaba con mis eslabones de migrañas en esa asepsia que hace patria universal, bautizada y bendecida.
Nadie te llama sino tienes nombre en metálico.
Hasta siempre…, o hasta nunca.
Barcelona del 7 al 14 de junio de 2013
Saludos, abrazos y cervezas, Julián Sánchez Caramazana
Este artículo fue publicado originalmente en La Factoría del Ritmo Número 25 (sección: Cultura y tecnología).
