4 de diciembre. Sala La Riviera (Madrid). 12/15 Euros
Que Mártires del Compás están saliendo del underground, camino de ser un grupo de por lo menos inmensas minorías, lo demuestra el hecho de que hayan abandonado salas de medio aforo para actuar en Madrid en una sala como La Riviera y encima dejar el aforo a tres cuartos, de lo cual, desde luego, pueden estar bien satisfechos.
Empezó el concierto media hora después de lo programado por el retraso (nosotros fuimos testigos) del periodista musical de El País, Diego A. Manrique, el cual tenía que presentar a la banda. Desde luego, esto no deja de ser un lujo para estos andaluces, pero teniendo en cuenta que la introducción consistió en dos frasecitas manidas, bien pudieron haber empezado antes.
En lo estrictamente musical, MDC (abreviemos el nombre o no acabaré nunca con esta crónica) nos presentaron su flamenco mestizado con diferentes estilos como el pop, el reggae o ciertos aires a jazz o incluso hip hop. Pero, ¿qué es lo que los diferencia de otros grupos de la nueva hornada flamenca? Lo primero el discurso. MDC es un grupo si no politizado, consciente de los problemas de su entorno. Entre canción y canción se habló entre otras cosas de Palestina, de las mujeres maltratadas, de las pateras y como no, de la marea negra que asola las costas gallegas. Y en segundo lugar hay que mencionar a su cantante Chico, el cual afronta si complejos tanto el flamenco como el hip hop o lo que se le eche encima. Toda una personalidad sobre el escenario, canallesca y tierna, como los temas de la banda.
Desgraciadamente hay que decir que el sonido fue bastante flojo. Quizás los técnicos no están acostumbrados a trabajar en salas de estas dimensiones, pero no consiguieron encajar las dos guitarras con la base rítmica, la cual ciertamente sonaba estupendamente, pero en otro plano. Por otra parte, la voz de Chico apenas se elevaba del conjunto instrumental y lo que es peor, la voz de la acompañante femenina era sencillamente, imperceptible. Una pena, pues la reducía a mera comparsa, a un regocijo visual que no le hace para nada justicia.
De todos modos, la gente no estaba dispuesta a que nadie les aguara la fiesta y disfrutó del concierto, al igual que los músicos, que apuraron el tiempo permitido para tocar hasta el último segundo, y eso siempre se agradece y te deja un buen sabor de boca.
Artículo: Félix Vera.
(Fecha de la publicación: 26/12/2002)
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