Massive Attack: Concierto 29/05/2003 en Madrid

Massive Attack: Concierto 29/05/2003 en Madrid
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Auditorio Juan Carlos I, Madrid, España

Massive Attack Hace ya varios meses que decidí que una entrada con un precio de 34 euros y un viaje de 500 kilómetros no eran nada comparado con lo que me iba a encontrar aquella noche. Soy una persona con una memoria pésima, pero aun recuerdo con claridad la soleada tarde de Septiembre durante la cual descubrí como dulzura y oscuridad podían coexistir armoniosamente en un mismo espacio. Desde aquella tarde esperaba, impaciente, el concierto que ahora os voy a relatar. Ah, una cosa: No soy imparcial.

Aquel día todos los acontecimientos conspiraron para entretejer un entorno propicio para que mi mente recibiera a los embajadores del conflicto interior: Acababa de ver como una relación sentimental hermosa, pero imposible, se iba de nuevo a la mierda; no obstante, el aire de aquella jornada estaba impregnado de primavera y la esperanza y una extraña vibración se dejaban notar a mi alrededor. Todos los elementos, hasta la estación de metro de Nuevos Ministerios, con sus mil ojos pintados en brillantes columnas, se coordinaban para generar una experiencia que consiguió trascender lo meramente sónico.

Llegué un poco tarde, cuando Dot Allison, artista invitada para esta fecha, había comenzado ya su actuación. Su música, intima y acústica, contribuía de forma adecuada a generar un ambiente propicio. Una mística natural flotaba en el aire y el cada vez más numeroso público comenzaba a mostrarse impaciente. A esto hemos de sumar un reloj cronógrafo que, situado en el margen superior izquierdo del escenario, revelaba sin ser consciente de ello cuanto deseábamos todos que aquello comenzara.

22.34: La banda sale al escenario, las primeras notas de “Future Proof” se entremezclan con una lluvia de unos y ceros de color verde que nadan y parpadean en la pantalla gigante instalada al fondo del escenario. El cañón láser termina por sumergir a los asistentes en un autentico baño digital. Todavía epatados, la irrupción de 3D no hace más que desatar el delirio. Cuando allá por 1987 este hombre se pasó del mundo del graffiti a la música, nació una entidad oscura llamada a sumergir en el trance a miles de personas. Solo puedes dejarte llevar, cualquier otro tipo de acción es inútil. Todo el mundo flipa, al menos así lo percibo, y una explosión estalla cuando aparece en escena un desgarbado y negrísimo Daddy G, juntos 3D y él, comienzan a reproducir Risingson, tan tétrica como siempre aunque esta versión en directo no incluye los samplers de la Velvet Underground, lo cual es algo que se ve sobradamente compensado por la dosis extra de potencia en las guitarras y un trabajo de batería brutalmente preciso. El sonido es perfecto y realmente envolvente, incluso la temperatura es perfecta y, de forma suave, pero intensa, el concierto sigue desarrollándose, sigue creciendo. Massive Attack no es una banda convencional: cada canción es un universo aparte y como tal es tratada. De este modo para el concierto de Madrid contaron con la presencia de cinco cantantes (los ya mencionados 3D y Daddy G, además de sus colaboradores habituales: Horace Andy, Sarah Nelson y Liz Fraser). Este es un hecho que no solo aporta un componente de frescura al concierto si no que contribuye a desprender a la música de cualquier rasgo de egocentrismo. Así, el vocalista que no interviene se retira tranquilamente del escenario: No existe nadie imprescindible, tan solo un deseo común de generar una profunda belleza y transmitirla a aquellos que deseen recibirla. Pero sigamos con el concierto: 3D y Daddy G se retiran para dejar paso al venerable e imponente Horace Andy, que armado con un carisma excepcional y una voz cadenciosa y maleable nos transportó a todo el mundo a Jamaica. De los temas que interpretó cabe destacar “Everywhen” y la mítica “Hymn of The Big Wheel”, donde junto con Sarah Nelson consiguieron alcanzar uno de los puntos álgidos del concierto gracias a esa optimista canción que el colectivo de Bristol compuso junto a Neneh Cherry hace ya más de doce años. Hablando de Sarah Nelson, esta rotunda mujer, a pesar de intervenir únicamente en tres temas resultó vital en el set: Sus interpretaciones en Safe from Harm y Unfinished Simpathy, los dos temas insignia del Blue Lines, dejaron bien claro su calidad vocal e imprimieron una sonrisa en nuestros rostros. Si Sarah resulta vital a la hora de trasladar al directo los temas antiguos, algo similar ocurre con Liz Fraser para con las composiciones más recientes, teniendo esto una importancia capital cuando el concierto esta basado principalmente en sus dos últimos álbumes: Liz se muestra versátil, tocando la segunda guitarra en aquellos temas que la requieren e impregnando de sensualidad y misterio los temas donde interviene como vocalista. La que fuera miembro de los Cocteau Twins alcanzó sus mejores momentos en dos de las canciones más enigmáticas del álbum “Mezanine”: “Black Milk” y la siempre apoteósica “Group Four”. Por desgracia, su intervención, se vio en parte empañada por un momentáneo traspié vocal en Tear Drop, aunque la entereza que demostró en sus apariciones posteriores, como en Special Cases, la redimen sobradamente. El álbum del escarabajo fue repasado prácticamente en su totalidad y sobran las palabras cuando te sumerges en el mundo desarrollado por himnos como “Inertia Creeps”, “Angel” o la delirante “Mezzanine”. Respecto a las interpretaciones y a la presencia escénica de dos genios como Del Naja y Marshall poco hay que decir. Solo una cosa: que, muy a su pesar, poseen esa marca invisible que llevan las estrellas, ese estigma que hace que las miradas y los flashes se poseen sobre ellos. Eso que te hace gritar irracionalmente. Que tantos anhelan y tan pocos poseen. Seguro que sabéis a lo que me refiero.

Como se puede deducir de lo expuesto en el párrafo anterior, la traducción del sonido de los discos al directo fue impecable, gracias a una serie de músicos de excepcional talento: una sección rítmica impecable, que se permitía, a cada momento, dar nuevas pinceladas que no hacían si no realzar la intensidad del conjunto conservando su estructura original intacta; y un guitarrista siempre presente, que de vez en cuando tomaba las riendas del evento (inolvidable final atronador de “Safe from Harm”); El conjunto se completaba con un encargado de los teclados alrededor del cual parecía vertebrarse la banda y una chica encargada de trasladar de forma exquisita los arreglos de cuerda al magistral directo.

No debo terminar esta crónica sin antes subrayar los elementos multimedia del espectáculo. Sin darme cuenta, acabo de utilizar la palabra espectáculo. Y no es por casualidad: Lo que ofreció Massive Attack en Madrid no fue solo música: apoyados en luz, cifras e imágenes, consiguieron generar una mirada colectiva hacia nuestro alrededor y, al mismo tiempo, hacia nuestro interior. Puro individualismo solidario. Sobrecargados todos los sentidos mediante un entramado de información sobre nuestro mundo a todos los niveles imaginables (físico, biológico, político, económico…) solo quedaba tomar al fin consciencia de la comunión en la que estamos inmersos con el resto de la humanidad. Me pregunto si alguna vez volveré a observar la vida con la claridad con que lo hice mientras presenciaba las imágenes que acompañan su “Antistar”. Paz.

Artículo: Pablo Pelayo Reventún.
(Fecha de la publicación:12/06/2003)

Este artículo fue publicado originalmente en La Factoría del Ritmo (sección: ).

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