Rock City Morgue son una apuesta creíble e insobornable en el vacuo mundo del usar y tirar. Todos mis mejores deseos para estos hijos bastardos de la Familia Adams, el mundo los necesita sonriendo entre las tinieblas.
Resulta paradójico y a la vez deprimente, repasar mentalmente las carreras que músicos distinguidos han desarrollado fuera de las bandas que los encumbró. Unos abrazaron la mediocridad más absoluta y otros fueron a parar directamente al fango o al prostíbulo. Sin mucho esfuerzo me vienen a la cabeza casos como Tommy Lee y sus pseudo-rapers Methods of Mayhem, David Lee Roth (aunque me gustan muchos de sus álbumes en solitario) con aquel “Your Filthy Little Mouth” y otros muchos como Dee Dee Ramone, Chris Cornell o Rob Zombie (también tengo que decir que no tengo nada en contra de su faceta como cineasta). Este último es el que más de cerca nos toca en esta ocasión, ya que su ego desorbitado y su actitud un tanto déspota (solo hace falta echarle un vistazo al último box-set de la banda para confirmarlo…) fue lo que puso fin a White Zombie, sin duda una de las bandas más seminales y originales de la década de los noventa. Una gran pérdida… Pero como no hay mal que por bien no venga, de la tumba del zombie blanco surgió otro monstruo, quizá mucho menos grande y poderoso, pero también mucho más especial y entrañable que parece recién salido de un film de Coffin Joe o Ed Wood, su nombre: Rock City Morgue.
La banda afincada en New Orleans cerró dos fechas en Galicia, así que decidimos no dejar pasar la ocasión para ver la fantasmagórica propuesta de la bajista Sean Yseult. Aunque esta apreciación es un tanto injusta, ya que Rock City Morgue es todo menos “La banda de…”, son una banda completamente sólida y real. Es una criatura de cabeza bífida en la que las mentes tanto de Sean como del cadavérico frontman Rick Slave (Kretins o The Phantoms) lograron parir una criptica y bizarra maquina de Rock & Roll. Entre las escasas cien personas que nos juntamos la noche del sábado en la Fábrica de Chocolate, apostaría que habría más de un die-hard fan de White Zombie, ávido de canciones de la mítica banda, craso error, porque la mayoría de los que ocupábamos las primeras filas sabíamos que la velada transcurriría por otros derroteros distintos mucho más cercanos a bandas como los Dead Boys, Birthday Party, The Cramps, The Gun Club o Alice Cooper.
La banda tiene un flamante nuevo álbum en la calle titulado “The Boy Who Cried Werewolf” y sabedores de la calidad y del gancho que ha tenido entre los fans el mismo, han basado los sets-list de los shows en el, algo que a priori podría ser excesivo, pero nada más lejos de la realidad, ya que sus nuevas composiciones ya habían alcanzado un protagonismo inusitado en sus conciertos incluso antes de que el disco fuese editado. Para un servidor fue todo un placer poder escuchar de boca de sus creadores canciones que de unos meses para aquí suenan prácticamente un día sí y otro también en su equipo de música. Desde la inicial “One Thing or Another” pasando por “Thick and Thin”, “Creepin in the Dark”, “Death and Life” y especialmente dos que me tienen completamente atrapado, estoy hablando de las emotivas y desgarradoras, “Burn” y “Carry it Whith You”.
Cuando estas frente a Rock City Morgue lo primero que llama la atención es el hecho de que Sean Yseult ocupa un discreto segundo plano trabajando con sus líneas de bajo y piano, esas atmosferas mórbidas y tétricas que envuelven a sus temas bien acompañada del guitarrista Johnny Brashear. Los focos están reservados para otro personaje; El señor Rick Slave, un frontman y compositor superlativo, una simbiosis biónica entre John Waters y Jello Biafra, entre Lon Chaney Sr y Lux Interior que se yo….!!!. Rick es un autentico animal de la escena, dramático, espasmódico, Genial!!. El es el monstruo de Frankenstein pisoteando los escenarios de medio mundo. Es impactante ver como narra canciones como “No Complaints”, “Disconnected” (todo un Himno!!), “Dead man’s Song” o incluso algunas de su primerizo “Some Ghouls” (un álbum mucho mas garajero) como “Beware”, de una forma tan teatral que al igual que en los shows del Señor Vincent Fournier te hacen sentir dentro de una película clásica de la factoría Hammer.
Y para sorpresa de todos sí que hubo algún cover, pero para mayor asombro aún, este no fue ni mucho menos de White Zombie, sino de otra banda muy querida por la parroquia, los sempiternos The Sonics, que con “Strychnine” lograron que la sala se partiera el alma cantando antes del final con “Fallin´Apart”. Hay que agradecer lo amables y atentos que se mostraron con todos los fans al final de la actuación, firmando y sacándose fotos con todo aquel que se lo pidiese. Qué más puedo decir, Rock City Morgue no son una mona vestida de seda, son una apuesta creíble e insobornable en el vacuo mundo del usar y tirar. Todos mis mejores deseos para estos hijos bastardos de la Familia Adams, el mundo los necesita sonriendo entre las tinieblas. Y recordad: “The Darkness has Falleeeennn!!!!!!.
Fotos por: J. Figueirido
