Un festival construido para los paladares más exquisitos de la música avanzada, y donde cualquier desprevenido asistente tiene a su alcance los elementos para hacer un menú degustación inimaginable.
En el Mediterráneo se imponen los restaurantes liderados por mediáticos cocineros que practican la llamada “cocina de diseño”. Estos se caracterizan porque en lugar de tener una extensa carta llena de elaborados platos internacionales, existe un “menú degustación” a través del cual ?una vez el comensal ha pagado una cantidad única (y considerable) de dinero-, el chef presenta una cantidad (también considerable) de platos, fruto de las fusiones de ingredientes y su propia inventiva culinaria. Además de tener que esperar más de un año para conseguir una mesa, lo increíble de estos restaurantes es que al salir de ellos tanto el paladar como el estómago estarán lo suficientemente saciados de sabores diferentes y nuevas mezclas que jamás hubieran ocurrido en casa.
No hay un símil mejor con lo que a presentado el Sónar 2006. Un festival construido para los paladares más exquisitos de la música avanzada, y donde cualquier desprevenido asistente (que se haya tomado la molestia de mirar con detenimiento y esculcar entre la programación del festival) tiene a su alcance los elementos para hacer un menú degustación inimaginable.
Primer plato: Beats frescos bañados en salsa negra
Blues, jazz, reggae, dub, rock, soul, funk, hip hop, disco, electro, house, R&B, jungle o grime, son ritmos que impregnan la música electrónica a través de exploraciones de un sin número de artistas que buscan construir sus propuestas musicales. Todos estos ritmos tienen un único origen negro, África y su desarrollo sonoro posterior a lo largo todo el continente americano. La fórmula es elemental: hay que poner un ingrediente de música negra y agregarle lo que se venga en gana; el éxito está garantizado. El Sónar 06 rindió un especial homenaje a esta cultura, incluyendo dentro del cartel a viejas figuras (de lejos consagradas) y artistas procedentes de diferentes latitudes del entramado negro. Entre otros:
Digable Planets:
La hazaña más increíble, contar que en el Sónar -16 años después de su fundación-, los Digable Planets revivieron de sus cenizas, sacaron toda la furia de sus voces y volvieron al jazz de sus orígenes. Los mismos que fueron artífices de la escena jazz rap, junto a Gang Starr o Dream Warriors.
DJ Shadow presents The Hyphy Movement:
Dj Shadow es imprescindible para entender que estamos en el tercer mileno. El genio de la vanguardia hip hop de Norteamérica es capaz de cualquier cosa al mando de una mesa. Aunque su tez no es oscura, se portó como un hijo más del continente negro y en Barcelona, bajo el nombre de Hyphy Movement Feat, otorgó un concierto descarado y rupturista en el que Keak Da Sneak advertía, nada más salir a escena, que se trataba de un experimento y que no hacía falta tomárselo en serio. Eso, no obstante, fue imposible.
CHIC feat. Nile Rodgers:
Se podría decir que Chic era el verdadero plato fuerte del menú del Sónar 06. En la actualidad, la cultura de club más convencional y extendida se debe en gran medida a Chic y en particular a sus legendarios creadores Nile Rodgers y el desaparecido Bernard Edwards. Rodgers, que de esto sabe bastante, fue capaz de nuevo capaz de reunir a un súper grupo disco, que pasó por el Sónar con toda la frescura y como si nunca hubiera pasado un solo minuto desde aquellos años ochentas en que Chic hacía atiborrar de gente las discotecas de medio mundo temas como Le Freak, Dance, dance, dance o Every Body Dance.
Segundo plato: Sushi ecléctico acompañado de manjares electrónicos. Libre improvisación.
Que Japón sea un gigante desconocido que miramos desde lejos con cierta reserva y mucha expectativa, no es ningún secreto. Pero todo lo que los japoneses nos puedan llegar a mostrar supera los límites de nuestra imaginación. Y no es que nosotros no conozcamos su escena musical, sino que son ellos quienes no conocen nuestra realidad, en general. Eso no es una mala noticia, pese a: hace que su música sea absolutamente autóctona, lo que da como resultado una escena musical de los más compleja y fértil, de una pureza casi desconocida para los ruidosos oídos occidentales. En Japón apenas se importa un 15% de música extranjera y eso ha traído una dinámica musical que se retroalimenta por sí misma: lo que a los japoneses les interesa en últimas es el efecto sonoro en sí. Pura emoción y auténticos “luthiers” digitales. Entre otros:
Tucker:
¿Y quien dijo que los japoneses eran serios y tranquilos?. La contundencia con la que este pequeñito freak japonés saltó al escenario hizo derrumbar de golpe todos los tópicos que se podían tener sobre esta cultura. Hip Hop, hardcore, jazz y funk con altas dosis de humor, para materializar una receta que no dejó desapercibido a nadie y mucho menos con hambre de más. Revolucionó, literalmente, la tarde del sábado en el SonarVillage.
Hifana:
Para que nadie dijera que el panorama musical japonés se limitaba meramente a lo experimental, el dúo Hifana se tomó por asalto el Hall del CCCB, absolutamente abarrotado, demostrando que la cultura de club japonesa goza de muy buena salud. Mezclaron todo lo necesario para una buena sesión a cuatro manos, acompañada de unas visuales muy interesantes.
Kanta Horio:
Lo que presentó este pequeño personaje, natural de Hiroshima, se asemejó más a las historias de “Cien años de Soledad” del escritor colombiano García Márquez, donde los gitanos sorprendían a los lugareños los días de mercado con raros artilugios como el hielo, el imán o el espejo. Horio fue capaz de mantener a más de mil personas en un escenario, boquiabiertos todos, mientras jugaba con un extraño aparato en el que unos pequeños trozos de metal se movían sobre un campo magnético rectangular. Produciendo ruidos y ampliando la imagen en una pantalla gigante con una cámara subjetiva, Horio lo manipuló todo desde su portátil.
Pasteles dance-punk y pócimas rock, roseados finamente con aromas de sampler, jazz bugué y cumbia lunática: El plato final.
Además de un banquete de ritmos africanos y manjares orientales, el cartel tradicional del Festival Internacional de Música Avanzada y Arte Multimedia de Barcelona (Sónar 2006) presentó a populares de la escena internacional e hizo un recorrido por todo lo que está produciendo el circuito underground, la cultura club y el panorama de la música avant-garde. Incluso se gastó el atrevimiento de colar una mentira piadosa dentro del cartel oficial, como ocurrió en esta, su edición número 13, donde una supuesta banda británica llamada White Diet (activistas sonoros de Eslovenia, Israel y Nepal, según el dossier de prensa oficial) resultó ser Scissors Sisters y la primicia mundial de su segundo disco, “Ta Dah”. Entre otros:
Scissors Sisters:
Este es uno de esos proyectos que es capaz de crear desde las más arduas pasiones hasta levantar las más fuertes ampollas. A los Scissors hay que leerlos con mucho sarcasmo, ironía y cuidado, y ya que su música consiste en pseudo versionar supertemas de los 80´s con una estética Bee Gees, una voz en falsete y guiños al lesbianismo; la jugarreta del Sónar sobre el césped artificial del CCCB (bloqueador solar en una mano y cerveza en la otra) fue perfecta. Tan sólo pasaron unos segundos cuando el rumor empezó a recorrer el patio, el público se levantó y empezó a cantar y bailar enloquecido nada más al comprobar que tenía, a metros y a plena luz del día, a los desfachatados autores de canciones como Take your mama y Laura.
Señor Coconut and His Orchestra feat. Argenis Brito:
Al Señor Coconut tampoco hay que tomárselo en serio, pero sus presentaciones son de los espectáculos modernos más brillantes que un espectador puede encontrar a través de una orquestra de música afro caribe tradicional. Con sus ya clásicos covers de Kraftwerk o la Yellow Magic Orchestra en clave de cumbia, mambo, bolero y cha-cha-cha, don Coconut y los suyos pusieron uno de los puntos más álgido de este baile globalizado.
Laurent Garnier & Bugge Wesseltoft feat. Philippe Nadaud:
Garnier rompió por fin la imagen que le había caracterizado en las anteriores ediciones del Sónar, en donde los amantes del dance-house más contundente venían a buscarlo armados de todos los elementos necesarios para una sesión explosiva. Este año, acompañado de Bugge Wesseltoft (considerado como el nuevo maestro del jazz) reinterpretó los famosos “hits de Garnier”, en una nueva puesta en escena y mucho más moderada y audible.
Goldfrapp (UK):
Nadie se podía imaginar que, cinco años después de que Goldfrapp debutara en el Sónar, la nueva reina del electro-pop universal sería la brillante cabeza de cartel del festival. Una puesta en escena de lo más estética, en que la figura de Alison Goldfrapp resaltaba sobre todo lo demás, y de fondo una banda de cinco músicos liderada por su compañero de fórmula, Will Gregory (cofundador del grupo). Un neo glam inglés muy teatral y brillantemente decadente, enmarcado por un nutrido grupo de sensuales bailarinas con un disfraz diferente cada canción.
El texto y las fotos de este artículo son de César Londoño, envíado especial de PRESS RIOT al SONAR 2006 (Barcelona, junio 15, 16 y 17 de 2006), y ha sido preparado especialmente para LA FACTORÍA DEL RITMO por gentileza de PRESS RIOT (pressriot@buzon.as). En LA FACTORIA DEL RITMO queremos agradecer especialmente la colaboración de Chucky García (así como de la agencia PRESS RIOT) por su desinterado apoyo a nuestra publicación.
No te pierdas la galería fotográfica: “Festival SONAR 2006 – Barcelona – 15 a 17/06/2006”.
Este artículo fue publicado originalmente en La Factoría del Ritmo Número 22 (sección: Reportajes).
