Deep Purple: Madrid, 3 de julio 2017

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Manteniendo la esencia. El grupo británico presenta su último trabajo “Infinity” en la que se presume que es también la gira de despedida. Como preludio estuvieron acompañados del rock sísmico de los australianos Airbourne. Fue en el Palacio de los Deportes de la capital.

Érase una vez un grupo de chavales de la periferia de Londres que, en el movido 1968 y obsesionados por la música psicodélica que se hacía por aquellos entonces en las islas británicas, decidieron montar un grupo de rock. El nombre lo tomaron de la canción favorita de la abuela de uno de sus integrantes y fundadores, el gran Ritchie Blackmore. Cincuenta años más tardes, estos ya no tan chavales, continúan subiéndose a escenarios de todo el mundo para seguir tocando sus temas de siempre junto con canciones de su último trabajo Infinity, el cual, en cuatro fechas consecutivas, acaban de presentar en diversos puntos de la península.

Deep PurpleEn esta ocasión lo han hecho acompañados de los australianos Airbourne, los cuales han sabido interpretar el papel de grupo invitado a las mil maravillas, ya que han conseguido calentar el ambiente con su rock eléctrico, durante la hora que han tenido a su disposición. A lo largo de estos 60 minutos, Joel O’Keeffe y los suyos hicieron mover las caderas de los más de 5000 incondicionales que se habían juntado en una calurosa tarde de Julio en el Palacio de los Deportes de Madrid. Con un sonido quizá algo estridente en la voz y las guitarras, los de las antípodas fueron desgranando éxito a éxito en un show que mostró a las claras cual tiene que ser el papel de un grupo telonero: el de dejar a punto de caramelo al grupo que encabeza el cartel. Y vamos sí lo hicieron…Movíendose cual rabo de lagartija sobre el escenario e incluso entre el público de las primeras filas, Joel desplegó todas sus energías para cantar temas emblemáticos de la banda como Runnin’ wild o Live it up, que a más de uno le hizo pensar que iba a ser difícil mandar a estos chicos a la cama con la cantidad de adrenalina que rezumaban.

Pero el show se ajustó a horario y, tras media hora de espera después del final de la descarga de los aussies, Ian Gillan y los suyos aparecieron sobre el escenario a unas cuantas revoluciones menos que sus precursores. En un set-list con quizás demasiados temas de su reciente trabajo, los Ians, Richard, Don y Steve demostraron que todavía tienen cuerda para seguir en la brecha aunque sin alharacas. Gillan cuida mucho su voz, sigue teniendo porte y presencia sobre el escenario aunque, a decir verdad, se ausenta del mismo cada vez que la banda se extiende con algún tipo de impasse instrumental. En esto último destacan Morse y Airey, el primero con sus solos de guitarras intentando demostrar al mundo que es un más que digno sucesor del gran Ritchie.  Punteos como los de Uncommon man  o en Birds of Prey refrendan ese papel. Mientras Don Airey, en el rol más desenfadado del grupo, hace gala de su humor británico para sostener un solo de teclado que para nada desmerece al grandioso Jon Lord. Así es capaz de tocarse desde el himno del Atletico hasta la jota de “El Candil” en medio de un show rock.

Deep PurpleAunque los temas interpretados de su último trabajo tienen pinta de sonar bien, quizá demasiado psicodélicos (todo ello potenciado por las proyecciones presentadas en las pantallas que coronaban el escenario), lo que realmente levantó al público fueron las interpretaciones de sus clásicos más gloriosos. Ahí estuvieron los Strange kind of woman o Lazy, que despertaron los primeros aplausos de la noche para ellos. Y, dejando para los postres, lo mejor de la noche con Smoke on the water, Perfect Strangers, Space Truckin’ y, como bises Hush y Black Night (separadas por un solo de bajo de Glover, que fue la única vez que se movió de su posición casi estáticas a lo largo del concierto a la izquierda del escenario).

En resumidas cuentas, un show muy cuidado, sin excesos pero manteniendo el tipo para una concurrencia que en la mayoría peinaba canas y que iba, en muchos casos, acompañados de sus hijos (ya en edad universitaria).

La Factoría de Ritmo quiere agradecer a RocknRock las facilidades dadas para poder asistir a este concierto.
 

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Este artículo fue publicado originalmente en La Factoría del Ritmo (sección: ).

Sobre los autores del artículo:

Alfonso Fernández
Apasionado del rock más duro y experto en el Bosón de Higgs, que ha mamado y amado la música desde la cuna. El flechazo del rock le atravesó hace ya tres décadas. Militó como guitarrista en el grupo de rock Containers, aunque también le van otros estilos y tendencias, incluído el folklore. Forma parte del equipo de La Factoría del Ritmo desde el año 2009.

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