Manecas Costa: Sala Caracol (Madrid) 19 De Abril De 2004

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El guitarrista de Ginea-Bissau, Manecas Costa, repetía actuación en la Sala Caracol de Madrid para presentar su segundo trabajo Paraíso du Gumbe.

En la sala no habría más de cien personas, algo que dice mucho de la inquietud del público madrileño por conocer nuevos terrenos de la música de fuera de nuestra fronteras y que se aleje del estereotipo anglosajón.

Manecas es en el fondo uno más de los cien mil nombres de músicos encasillados bajo el sello world que llegan cada día por la puerta pequeña de nuestras ciudades. Se trata de un virtuoso guitarrista que además le confiere a sus cantos la alegría de quien ha sufrido enormemente y aún así, sigue profundamente agradecido a la vida.

Por su peculiar manera de tocar la guitarra, a más de uno nos hizo pensar que podríamos llamarle Mark Knopfler si hubiera crecido en un barrio del sur de Londres y fuera blanco. Sus dedos golpeaban bruscamente las seis cuerdas, sacando paradójicamente sonidos cálidos y sedosos, y siempre llenos de ritmo.

En todo concierto étnico que se precie siempre aparece un instrumento lejano que nos trae el latido de sus orígenes. En este caso el protagonismo fue para el “tambor de agua” del percusionista Eduardo Do Silva. Se trataba de una recipiente de plástico lleno de agua. Por encima tenía una calabaza hueca que al contacto con el agua hacía resonancia. Por muy primario que parezca se le podían llegar a sacar una gama de sonidos verdaderamente espectaculares.

Durante el concierto Manecas y el resto del grupo, como cualquier músico que haya iniciado su aprendizaje en los ritos, en la comunidad y en lo colectivo, necesita de la comunicación constante con el público y muy especialmente la participación de éste. No basta la clásicas formulas rocanroleras de poner el micro para que el público cante y pedir otra… no, se le veía completamente involucrado en hacer bailar hasta a los camareros.

Una cosa que siempre envidiaremos los occidentales de cualquier estilo que venga de África es sus contundentes ritmos. Realmente son algo tan puro y primitivo que se vuelven universales e inherente a la condición humana: desde lo más hondo de nuestro pasado oímos en nuestro interior las voces de generaciones de primitivos ancestros que le mueven a uno las rodillas arrastrándolo hasta el baile. Esta no es una simple excusa, porque en la fiesta que se formó bailaron hasta los de la barra.

Dentro del repertorio se hizo especial hincapié en su último trabajo, Paraiso de Gumbe con temas como Meninos, Mama, o el que le da título al disco que fue precisamente con el que despidió la hora y media de concierto. Al salir no me tenía sobre las rodillas, y volví a casa una vez más con la feliz convicción de que musicalmente hablando África está muy viva y espera su momento.

Entrevista por: Making
(Fecha de publicación: 03/06/2004)

Este artículo fue publicado originalmente en La Factoría del Ritmo (sección: ).

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