Todo listo, me voy para Jerez al Espárrago.
De mi pueblo a Vigo, de Vigo a Sevilla y de Sevilla a Jerez. Catorce horas de viaje que me dejan todo el tiempo del mundo para practicar todo tipo de posturas en el asiento del autobús.
Bien, solo hay un pequeño problema, me duele el oído izquierdo. No me dolía mucho al salir de casa pero me encontré con un antiguo conocido camino de Vigo y algo ya sabía que era un poco friki, pero nunca me imaginé hasta qué punto de bizarro podía resultar darle coba a este tipo. Lo peor es que me coge del lado malo y a pico y pala durante casi una hora contándome todas las extravagancias y fallos de las películas spaiderman y la última de las galaxias. Total, el oído y la cabeza hechos un fiasco.
Por si fuera poco, de Vigo a Sevilla varias películas (una de miedo, otra de amor y otra de vaqueros pero todas malas) y al lado una señora que las vive en carne: gritando, amilanándose, suspirando, hablando sola o con la televisión,… Yo llevo los cascos apagados y me deja más o menos en paz. Así, van pasando las horas hasta cambiar de nuevo destino, Jerez.
Y señora nueva, muy sosegada y habladora, le pregunto si falta mucho, como solía preguntar a mi padre y nos vamos contando nuestras vidas, ella me dice que le duele el estómago, le cuento lo de mi oído, hablamos un rato. Se toma una pastilla para aliviarse y me aconseja echar un poco de aceite de oliva, que así se pasa, tomo nota de la palabra mágica en mi mano: aceite. De repente, pone una cara extraña y se agacha a vomitar, tan discretamente que parece que se esté atando los zapatos, y con disimulo limpia los restos con un pañuelo. Unos minutos más y fin de viaje, me despido, ella se despide y sigue su camino a Rota, a ver a su madre, pero esa es otra historia y no me quiero ir por las ramas, tampoco es que vaya al grano pero bueno. Saliendo de la estación, en el bar Sherry, pido aceite y me dan un poco de la aceitera en un vaso, parece usado pero valdrá igual. Voy al baño, y difícilmente logro meter algo oreja dentro, pero algo meto.
El cuarto guagua es el que me lleva al Circuito de Jerez, empieza a haber ambiente de festival y un calor abrasivo. Alguno de resaca me cuenta que el día anterior hubo buenos conciertos, y mucha fiesta aunque no mucha gente, había un ambiente más parecido a fiestas del pueblo, poca gente de fuera, pues era jornada de puertas abiertas. Me hubiera gustado ver a Las Ratas, donde toca el primo de uno de mi pueblo, pero otra vez será.
Bueno, preguntando me entero de dónde se acampa y para allí me voy, caminata y me meto en el recinto, busco sitio, suelto los bártulos y a montar la tienda. Me voy para el recinto después de llenar el buche y coger fuerzas. Se me va pasando lo del oído. Ya dentro me recorro todo hasta el escenario del fondo donde Orishas hacen la prueba de sonido. Me doy otra vuelta, en una carpa entrevistan a Dover para la radio, en directo para todos los oyentes en cuarentena.
Antes de tocar algo, Amparo Llanos afina la guitarra, concentrada y con los pantalones enseñando ligeramente la hucha, una tía de al lado echa una foto y se contagia una risa tonta. Pasa un rato y empieza Orishas, se van llenando los huecos a lo cubano. Les hago fotos y me salgo fuera del foso a seguir viendo el concierto. Suenan bien, alternando temas del primer trabajo con el reciente ‘Emigrante’. Había visto varios conciertos suyos en la caja boba y me esperaba algo peor en directo pero no fue así. Ya me parecía a mí que la televisión, aunque nutritiva, también era engañosa. Mientras me doy otra vuelta que es lo mío, con ganas de ver a los mexicanos Jaguares, voy al otro escenario, que alterna flamenco con otros estilos, y me entero de que los han cambiado para última hora.
Es el turno entonces de Antonio Orozco, lo escucho a la vez que pasan los minutos entre unas y otras actividades extramusicales. Veo los puestos, llama la atención el de Sugarless donde muy de vez en cuando se ve a un tipo, que no sé si es del grupo, agitándose exageradamente con la música de su chiringuito. Empieza Dover, sigo por la pista hasta el escenario grande. Lo veo casi entero, más de hora y media de Dover con un par de bises generosos. Es la antesala a Iggy Pop. A punto de acabar Dover, me voy a curiosear por ahí donde ya hay algún dj con la puesta de sol. En el escenario Flamenco Viene Del Sur toca La Chiqui, no hay mucha gente, con El Barrio después se animaría algo más. Otra vez plantado en el grande echo un vistazo, es de noche. Del escenario para atrás sólo hay cabezas y cabezas, el concierto más concurrido sin duda del Espárrago junto al de Extremoduro.
Pasan los minutos, el ambiente se empieza a caldear a la vez que una ligera euforia interna empieza a desordenar mis pensamientos, alterar todos los sistemas lógicos, racionales y coherentes, y muchos otros efectos únicos e irrepetibles dignos del presente erigido como mástil de la existencia. Ese es el momento en que me crezco un poco, todos los días grandes tienen momentos de deslumbramiento personal, de las más altas cotas de paranoia y ese es ahora cuando Iggy Pop salta al escenario gritando Andalucianos y empieza la música.
Frenético, dejando claro que no hay sitio para la calma en este directo, unas guitarras que le hacen balancearse sin descanso, batería y bajos para la banda sonora acelerada de un desguace. Poco a poco empiezan a caer temas como balas de Beat’Em Up rifándose los amplis con otras joyas salvajes de su época de camaradería con Bowie, algún clásico de Stooges y otras piezas elegidas para hacer vibrar a los allí presentes. Como es habitual en él, sus venas supurando adrenalina, volviendo a dar otra vuelta de rosca a su sombra y a su figura. Así pasan las horas de concierto, no sé cuántas, no preocupa el tiempo, pero entre esto y lo otro pasan también los bises y las caras empiezan a cambiar con la noche. Final, se despide, suspiros y un descanso.
Una vuelta hasta que empiece Garbage, ya me puedo dar por satisfecho pero todavía queda noche, lo de Garbage es ya más relajado y con el mejor sonido de la noche para ellos. No los conozco mucho pero teniendo en cuenta lo que siempre dice mi abuela: “hay que ser más curiosos”, pues allí estaba disfrutando otra vez de la música, el concierto muy bueno. A la vez tenía que tocar Fangoria pero se cayó del cartel por enfermedad o algo parecido y en su lugar salen Tabletom algo antes. Sólo veo un poco, me hubiera gustado verlo entero pero en vez de eso me doy otra vuelta a ver como están los otros escenarios: Universe y Electro. Por aquí ya hay más ambiente que antes. Pero me vuelvo al grande, donde empieza Bunbury con un sonido no tan bueno como el que habían tenido Garbage. Elogios para el boxeo nacional y destellos instrumentales para uno de los últimos conciertos de la gira de presentación de Flamingos. Igual sólo son apariencias pero parece que el escenario se le quede grande, sin dejar de ser un buen concierto por ello. En esas estoy cuando el concierto de Bunbury toca al final y me acomodo ligeramente hacia al fondo a disfrutar de la panorámica.
Minutos después, me despierto apoyado en la mochila y a mi alrededor solo hay cuatro pelagatos, pienso en mi saco azul y mi esterilla verde. Pero de paso veo un poco a los mexicanos Jaguares y me quedo después a escuchar a Richie Hawtin, otro monstruo de Detroit, que ya no me sacude como el otro pero me despierta un rato con unas sacudidas progresivas de locura y me saca la modorra, buen final para la película. Tras explorar en la química del laberinto me empiezo a ir, me despido de todo en general. Ya vuelvo para la tienda y ni harto ni hambriento me quedo dormido, contento.
Me despierto sudando y con el sueño a medias me voy a la sombra a seguirlo. Me despierto ahora fuera, a la sombra de un árbol cerca del bar del camping. Semanas después saldría a flote el descubrimiento científico de cómo clonar árboles, algo revolucionario, imagínatelo, bosques a la carta, ficus en centros comerciales, quién sabe. Es tarde y suelo hacerlo los días que me acuesto tarde, con mucha hambre. De camino al recinto me viene a la memoria una canción de los Smiths, “Franklin Mr Shanky”, y pregunto en un puesto a cómo venden las botellas de agua, dos euros (¡!), como le tengo cariño a mis ojos prefiero que no me arranquen ninguno y sigo.
Al final le tengo que quitar tiempo a la digestión pero la causa merece la pena, sobre las cinco empiezan los Backyard Babies. Sol intenso y duro como sus canciones, un plato fuerte para empezar la ruleta de conciertos. A estos lo siguieron los maños Amaral con un pop bastante suelto. Un día de muchos contrastes. Después de Amaral un paseo por el escenario de flamenco que lo pide la tarde. Tras el despliegue musical de sentimientos y raíces del jerezano Ezequiel me viene a la cabeza que, lejos, en una aldea poblada por paisanos míos se está celebrando el festival de músicas de Ortigueira. En estas fechas a muchas personas de mi zona les corroe el gusanillo de elegir festival, ir a Vilar de Mouros o a Ortigueira, yo este año ni uno ni otro y me bajo al Espárrago. En el escenario grande es ahora el turno de Sôber, no me da tiempo a ver mucho concierto pues va a empezar Omega, que es lo mismo que Enrique Morente y Lagartija Nick, contaminándose buenamente en un homenaje particular a Lorca. Un espectáculo lleno de dinámica sonora y duende electrificado.
Tras despejar la zona me voy a esperar a que salgan Extremoduro, en la prueba de sonido sale uno a hacer el bufón que si ‘a’, que si ‘b’, al principio se lo pasa bien y la gente se lo toma con paciencia. Luego cuando la cosa se alarga; el barullo se hace uno, grande y unido hasta que salen Extremo. Me voy al fondo, conozco a un par de psiconautas y me recreo en el momento. Pasa el rato y acaba el concierto, del rock al pop con Deluxe de fondo, pero me invade ahora el hambre y decido que es hora de llenar el bandullo, teneis que perdonarme las cacofonías. En fin, el concierto bien y la cena también.
Me acerco a ver a Sidonie que montan una buena fiesta, qué bien, nada que hacer en estos momentos, sólo escuchar música y pasar el rato. Después otra vez al grande, menos mal que el ejercicio es bueno, hasta en Portugal, sino… tocan Hamlet, a los que veo un rato y me vuelvo a Sidonie pensando que ya debían estar Big Soul. Pero caigo en alguna trampa bergsoniana y siguen Sidonie con la fiesta, las noches de verano son largas. Así ya me quedo hasta que empieza Big Soul, a bailar, muy buenos estos galopines del funky. Ritmos contagiosos como el polen.
Después de esto lo que queda de festival es más allá de los escenarios, en los platos, donde se agolpa la marea humana de altas horas. Del sábado me deleité, a los platos claro está, con Lady Packa (que al mediodía pinchaba en la zona de acampada), y ya después de Big Soul, con Dj Wally y Freq Nasty. Aguanto como puedo, pero con la previsora idea de que no me coja el sol despierto decido irme a la tienda antes de que se haga una sauna. Así, toca a su fin el festival, toca recoger, volver, el bus y como toda historia extraña con final circular, me vuelve el dolor al oído.
Para saber más sobre el festival puedes visitar su página oficial:
http://www.festivalesparrago.com
Para comentarios y reclamaciones sobre la crónica:
Artículo: Xurxo Lago.
Fotos: Xurxo Lago.
(Fecha de la publicación: 15/08/2002)
Este artículo fue publicado originalmente en La Factoría del Ritmo Número 14 (sección: Reportajes).
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