Sôber: Morfología

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Grupo infatigable como pocos y siempre tras un objetivo.

Desde que abandonaron a los extintos Nameless  tuvieron claro por dónde debía navegar su música. Pertrechados con influencias de  bandas como Tool ó Pearl Jam,  es decir, grupos con potencia aunada a una línea melódica, y (esto para los músicos de la casa) con sus guitarras afinadas en Re, decidieron inflitrarse en las cenagosas aguas del mundo discográfico. Tras una aventura con una multinacional que escaldaría a cualquiera y en la que perdieron mucho tiempo sin sacar nada en claro, se autoeditaron su primer disco, “Torcidos”, un trabajo en el cual dejaron claro lo alto que apuntaban, pero que quedaba un poco cojo ante la irregular producción.

Pero los hermanos Escobedo y Antonio Bernadini, verdaderos alma mater del grupo (han pasado unos cuantos baterías ya por sus filas) lo tuvieron claro. Tenían que seguir luchando, y la recompensa vino con el fichaje por Zero Records, una discográfica independiente, creada alrededor de Hamlet (otros luchadores natos), la cual les ha grabado el disco en unas condiciones de sonido inmejorables tratándose de una casa pequeña. Registrado en Madrid, ha sido finalmente masterizado en los estudios Circle House (Miami) y tiene un sonido realmente excelente. Y si bien es cierto que en un principio Zero les relegó un poco respecto a los demas grupos de la escudería, parece que por fin se están volcando con ellos. Nunca es tarde…

Pero esto ya es historia. ¿Qué es lo que nos ofrece el compacto? Pues once temas que, nunca mejor dicho, son una mole compacta del sonido que Sôber se han ido fabricando con el paso del tiempo: guitarras recargadas de graves, con querencia de efectos pero sin distorsionar el molde, batería más que eficiente y un bajo un tanto escondido, pero que es una pequeña joya. Y al frente de todo la garganta de Carlos Escobedo, una de las voces más ricas del panorama rock de este país, la cual, una vez alejada de cierto parentesco con la de Eddie Veder, el cantante de Pearl Jam, surge con personalidad propia y navega desde la calidez más absoluta a la rabia de algunos temas, pero siempre con una sintonía melódica que es, sin duda, uno de las líneas de flotación del grupo.

Finalmente, las letras. Sé que han tenido cierta polémica por su cripticismo, pero desde aquí quisiera echarles un capote, si es que lo necesitaran. Parece que hoy día la gran masa está siendo triturada por la apisonadora del imperio yankee y su política cultural del simplicismo como arma. Todos sabemos cómo son los productos mediáticos que desde allí llegan hacia los grandes consumidores europeos, y de sus imitaciones nacionales, pero calificar sus canciones como “pajas mentales”, como parece que lo han echo ya,  me parece excesivo. Claro, que también puede ser alagador, pues seguro que irán en el mismo saco las de Rosendo, Habeas Corpus, Bob Dylan ó la mayor parte de la poesía contemporánea. El que tenga conocimiento, que entienda…

Destacan del disco,  “Condenado”, y “La prisión del placer”, dos temas con algo más de antigüedad y que se notan pulidos al extremo, aunque no desmerecen “Cubos” ó “Loco”. Como puntos negros, la portada (¡no se qué tendran estos chicos contra las portadas, no me ha gustado ninguna de las que han hecho!) que contrasta con el excelente diseño interior, y el oportunismo de decicarle un tema a las víctimas del Huracán Mitch, demasiado “políticamente correcto” y que les puede poner a la misma altura moral que aquellos artistas tan “solidarios” que hacen festivales benéficos sólo si hay cámaras por delante.

Olvidando esto, tenemos ante nosotros el primer paso firme de un largo camino, el cual merece la pena ser tenido en cuenta. Vamos, que les prestes un oido, ¡ya!

 

Comentario por: Félix Vera.

Este artículo fue publicado originalmente en La Factoría del Ritmo (sección: , ).

Sobre los autores del artículo:

Félix Vera
Escritor, músico y viajero infatigable, ha pasado parte de su vida en Australia y actualmente reside en Alemania. Forma parte del equipo de La Factoría del Ritmo desde el año 1995. Militó como guitarrista en los grupos de rock Containers y Ras con Ras. Ha publicado relatos en diversas revistas y es autor del poemario-rock: "Las Vueltas". Además es uno de los fundadores de la inusual editorial Alas Ediciones, dedicada a promover "literatura que deja manchas".

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